miércoles, 25 de agosto de 2010

Una despedida

Se han secado mis ojos,
Ya no corren en ellos las lágrimas que tú ayer dejaste,
Sólo quedan los recuerdos de un adiós que no se vio,
Un mañana que pasajera se fue a la madrugada.

Se han secado mis ojos,
Ya no brotan sentimientos del corazón,
Se ha quedado apagado entre medio respiro,
Al cruzar de la entrada que te vio partir.

Se han secado mis ojos,
Ya no hay ni siquiera memorias,
Ni un caudal de ilusiones que puedan encantarme,
Pues te fuiste serena por la vía del tiempo.

Se han secado mis ojos,
Y con ello la muerte ha fallecido,
Sólo cielo e infierno mezclados confusos,
Quedó en esta casa tras tu partida.

Se han secado mis ojos, y hoy hay silencio,
He perdido el cariño, el calor y la vida,
Y la arena que en el reloj se guardaba,
Se ha ido contigo corriendo con el viento.
Y, mientras corren las aguas, caídas del cielo,
Mi cuerpo mojado, inquilino del tiempo,
Te busca perdido, sin saber tu destino,
Mientras se disuelve mi alma de tanto dolor.

Se han secado mis ojos, y mis manos ya tiemblan,
Pues tu retrato es pesado en mis manos cansadas,
Mientras tu rostro me mira en tono burlesco,
Mientras al fondo, las playas, suspenden sus olas.




Se han secado mis ojos, mientras la lluvia me baña,
Tu rostro se pierde mientras la tinta se corre,
Y la nostalgia se cuelga por cada espacio del cielo,
Entre las nubes grises que auguran tragedias.

Se han secado mis ojos, no existen las lágrimas,
Estoy hospedado con mi amigo el tiempo,
Mientras la soledad se apodera de cada rincón,
Donde jugabas alegre diciendo que me querías.

Se han secado mis ojos, y ya no llorarán,
Pues la tristeza se encuentra en cada lugar,
Mientras mis ojos se apagan y el corazón se detiene,
Esperando a que el tiempo le dé una respuesta,
A esta frágil tragedia del haberte marchado
Sin decir adiós.

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