viernes, 30 de julio de 2010

¿Quién?

¿Quién ese desconocido?
Ese que musita versos al viento,
El agonizante que no sabe más que decir,
Que miles de versos perdidos al viento.

Ese que musita tu nombre,
El que comprende sin saber por qué,
El que mira siendo un ciego,
El que ve la luz aún en la oscuridad.

¿Quién está detrás del misterio?
Aquel a quien sin conocer conoces,
Sin mirar miraste,
Sin saber su nombre nombraste.

Esa sombra que se posa en tu ventana,
El que junto a la luz de la mañana aparecía,
Al que te esperaba a pesar de tu ausencia,
Ese mismo al que le musitaste tus misterios.

¿Quién es el que se posa tras tus huellas?
Esas mismas que son más claras que la verdad,
Más fuertes que el infinito,
Más sublimes que las celestes.

¿Quién es ese que tu nombre musita?
Al que nadie entiende porque no te conocen,
El que sin cesar parece llamar a todas y a nadie,
Al que encontró cual celestial princesa.

¡Oh, princesa!, princesa del alma,
La que mil versos despierta,
La que a un alma agobia,
Aquella que es firmamento.

Princesa, princesa del alma,
Así musita el poeta, mientras otros buscan a la desconocida,
Mientras el mundo gira y se destruye,
Entre tanto ellos se recuerdan.

Princesa, con voz gloriosa y angustiada,
Grita y clama ante el vacío,
Pues son miles de noches la una que no estás,
Un sutil suplicio el no contemplarla,
Un crimen el no recordarte,
Pecado el no gozarse ante tu mirada,
Y vanidad el no salir al viento y gritarle,
Princesa, princesa, más que las flores hasta el final.

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